Por: José Oscar González Hernández. Se desempeñó como Alcalde de Pensilvania, Diputado a la Asamblea de Caldas, Personero de Manizales.
18 octubre 2019
Hoy el vocablo más repetido en este país ad- portas de unas elecciones regionales es “corrupción”. Casi todos los candidatos y sus partidarios en mayor o menor grado recurren a esta palabreja para acusar o incomodar a su contradictor. Por mucho tiempo la corrupción en nuestro país está catalogada como uno de los principales problemas. El Índice de Percepción de Corrupción (IPC) del año 2016 de la Agencia para la Transparencia Internacional, en el que se califica con 0 puntos al muy corrupto y con 100 al muy transparente. En dicha medición Colombia sacó 37 puntos, por debajo del promedio que fue de 43 puntos; con estas cifras somos uno de los países más corruptos del mundo.
Según las autoridades varias formas de ser corruptos pueden ser: Dar o exigir dinero u otra utilidad, que se ejecute un acto contrario a los deberes oficiales de un funcionario; Retener activos que han sido confiados y se utilizan con fines privados, dar un trato de favor del empleado como el Nepotismo o el amiguismo. Por otro lado, en la época electoral se habla mucho de la compra de votos, que es un intercambio económico que hace parte de la corrupción en el país. Todas las anteriores conductas vemos que se refieren a funcionarios públicos.
Pero también tenemos que pensar en el ámbito privado y familiar. El industrial que evade los impuestos, la persona que se brinca la fila en el banco o en la Eps, la persona que en una caja de pago de un establecimiento comercial le devuelven de más y no hace la devolución, los estudiantes que copian en sus pruebas escritas. Así podríamos seguir enumerando un sinnúmero de hechos y circunstancias en donde nos va retratando todo el acontecer diario y que no cumplimos con los criterios legales y de decencia.
Aquí toca es impulsar una cultura de cumplir las normas y el respeto de los derechos; y esta formación se recibe de primera mano en el hogar y la responsabilidad la deben tener los padres de manera preferente, porque son ellos, los primeros formadores de sus hijos y son los responsables de la crianza.
A lo anterior debemos considerar que hay unas condiciones socioculturales que favorecen la corrupción como la debilidad del Estado, el clientelismo mafioso y el político y uno que creo pueda ser el más terrible de todos, que es el narcotráfico.
Capítulo especial merece la cultura del incumplimiento de las normas, que es la forma de no aceptar el imperio de las normas y de la ley. Las normas no se cumplen si no están diseñadas para el interés personal; la tradicional máxima “que el vivo vive del bobo” la aplican los corruptos a sus anchas. Esta cruzada de rescatar los valores debemos estar inmersos todos y así lograremos desterrar uno de los mayores flagelos en nuestro país.
