Opinion

¡Qué oso presidente!

09 octubre 2019

Por: Mario Arias Gómez

Incentivado por la célebre máxima: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”, contenida en el discurso de posesión (20/01/1961) de John F. Kennedy, como trigésimo quinto presidente de EE.UU., considerado como una de las más brillantes y memorables arengas en la historia de la humanidad, fue el acicate que motivó el acompañamiento a Iván Duque, en la búsqueda de la candidatura presidencial que peleaba con Martha Lucía Ramírez, instado por sus cantos de sirena, y los de un seductor manzanillo del barrio ‘Las Ferias’ de la Dorada.

Edén y delirantes promesas que resuenan aún en mis oídos, recordándome que al perro lo capan, no una, sino varias veces. Ofertas pintarreajadas de amor patriótico, calidez humana, ecuanimidad, rigurosidad profesional, enhiestas: independencia, trabajo en equipo -sin extremismos-, vocación de servicio, lealtad a los acuerdos de paz’, implementación. Concurrencias generadoras de las sinergias que me llevaron a inferir, erróneamente, que Duque era el hombre indicado, para el momento indicado.

Fue así como equivocadamente me calcé con los míos, la camiseta (naranja) engañabobos, astutamente estampada con el presuntuoso eslogan: «Duque, Es El Que Es. Orgullosamente Joven”, con el que atrapó los 10’372.697 de cándidos, ingenuos que gratis lo encumbramos, muchos de los cuales nos declaramos burlados, defraudados, estafados, producto de la infundada valoración predicha, que comenzó a esfumarse, el día de la posesión, luego de la condescendencia con el estridente, reprochable libelo que leyó por encargo, el iletrado, tóxico, desapacible Macías, cobarde mandadero cuyas ‘judaditas’ le garantizaron la ‘Cruz de Boyacá’, dispuesta por el nebuloso ‘Gran Maestre de la Orden’, estigmatizada, ultrajada, zaherida bajo su sombra, alero.

Lunático, enceguecido orate -una burla a la inteligencia-. Paranoica medianía, sin capital, ni oxígeno político que, en su audacia, ambición, estulticia, aferrado a la plataforma naranja -que le ha servido solo para turistear, vender aguacates-  utiliza para impulsar -faltándole mucho pelo p’al moño-, la ilusa quimérica pretensión de convertirse en prominente estadista del siglo XXI. Bochornoso, contradictorio, decepcionante, ensimismado primate, salvajemente errático, cuyo insensato, irracional accionar, lleva la nación de culos p’al estanco. No es ninguna novedad reconocerlo, señalarlo, es llover sobre mojado.

Extraviado, impresentable, jactancioso dirigente del montón en América, sin experiencia, peso en la cola; un solemne paquetazo -‘pispito de ojo’- sin recorrido académico, intelectual, público, político, calculada, maliciosamente desempolvado por su mentor, de la burocracia internacional, para gobernar -qué duda cabe-, en cuerpo ajeno. Su incoherencia, incapacidad, características, han expandido la miseria a los pobladores, a Colombia, validando la ‘ley de Murphy’: “Las cosas tienden a ir de mal en peor”, fundamento del desencanto, desaliento, incertidumbre que cunden entre quienes lo elegimos como timonel con el compromiso de anclar al amado terruño en puerto seguro.

Irremediable despelote, consecuencia de la falta de sano criterio, contagiado al clonado, inamovible, descalificado, variopinto kínder que lo asiste; segundones con el que, los connaturales, resignada, lamentablemente, nos hemos familiarizado. Asombrados con la lobería del narciso Presidente y ‘primera dama’, cuya presencia ensombreció la visita de Estado a la Casa Blanca, debido al rocambolesco disfraz (máxima expresión de mal gusto), que distrajo los reflectores de la prensa mundial. Imparable lora, agregada al “Premio al talento joven-María Juliana Ruiz”, bautizado por sus oscuros alzafuelles.

Y qué decir del desubicado ‘historiador’, que falseo la independencia patria, al adjudicar el infundado patrocinio de los convencionistas de Filadelfia. Distorsión replicada en el Puente Simón Bolívar, cuando estrenando su condición ‘intervencionista’, advirtió al mundo -suelto de huesos- que, gracias a su liderazgo, el dictador-genocida, tenía las horas contadas; que la politizada ayuda humanitaria entraría -sí o sí- a Venezuela. Fallido artificio propagandístico que, equiparó, caripelado, con la caída del muro de Berlín’, ‘con tanto o mayor valor histórico’.

Metidas de pata, antecedidas por el despliegue del tapete rojo en un potrero, para recibir de manos de ‘Los Rastrojos’ a Guaidó, a quien ordenó rendirle, a la maltratada guardia presidencial, honores de Jefe de Estado. Inusitada, extravagante, vergonzosa parafernalia, montada por el mediático aprendiz de presidente, ‘movido más por la obsesión que por la razón’, quien no oculta el apremiante afán, compulsivo, por deponer al narco-gobernante ‘veneco’.

Escándalo centuplicado por el dosier que recogió el macabro, inadmisible cobijo del apátrida precitado, desabrigado en la ONU. Probado hecho, disuelto por el infantil, burdo fotomontaje que patentizó el manejo irresponsable, desafortunado de lo público, en menoscabo de la necesaria confianza, seriedad, credibilidad del Gobierno, que por si faltara, prepara el irreflexivo rompimiento de relaciones con Cuba.

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