Opinion

‘La verdad os hará libres’ Juan 8:31-38)

02 octubre 2019

Por: Mario Arias Gómez

Catequesis de Jesús a los judíos. Máxima que calza perfectamente a los compungidos e incondicionales del inefable expresidente Uribe, arquetipo de hombre recio, rencoroso, vengativo, jayán, citado por el magistrado de la CSJ, Augusto Reyes, para que rinda -en seis días- indagatoria, por la presunta manipulación de testigos, soborno, fraude procesal; uno de los tantos procesos en su contra. ‘Tanto va el cántaro al agua que al final se rompe’.

Máxima aplicable a quienes conviven temerariamente con situaciones punibles que, tarde o temprano, los deja al alcance del largo brazo de la somnolienta justicia que, al despertar, termina atrapándolos. No es seguro estar pulsando la suerte, como hasta ahora lo ha hecho el intocable Senador -embadurnado de teflón-, al que todo le resbala, sin pensar que el día menos esperado, culmina -como acaba de ocurrir- estrellándose contra el infortunio. No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague’.

No hay que andar entre el fuego sin quemarse, decían los abuelos, sentencia comprobada con la sorpresiva, apremiante, fragorosa, melodramática, inimpugnable indagación, que lanzó sobre su humanidad, a la ebria jauría de hienas. Pesquisa apoyada en el abultado acervo de indicios, delaciones, sospechas, convertidas en pruebas que podrían transformarse, en impensada, indeseable indigna medida cautelar.

Después de ojo sacado no habrá Santa Lucía que valga’. Ojo a los arúspices.

Aplastante realidad, diferida, mediante recursos dilatorios, introducidos por los mañosos abogados-defensores, en un vano intento por tapar el sol con un dedo, inspirados -al parecer- en «El traje nuevo del emperador«, leyenda atribuida al danés, Andersen, cuyos timadores: dos charlatanes que se comprometieron a confeccionar el mejor vestido para el Rey que, ‘ojos humanos pudieran haber visto’, que verían solo aquellos que fueran realmente hijos de quienes todos creían que era su padre. Encerrados en su habitación -bajo llave- simulaban trabajar en el atuendo.

El desconfiado Monarca mandó a dos criados a supervisar el trabajo. Los picaros hacían que laboraban, pero, debido a la invisibilidad, no pudieron ver el traje, sin embargo, al dar parte a su Majestad, se deshicieron en elogios, en glorificaciones. El ansioso Rey, no aguantó las ganas, fue a probárselo, cayendo en el mismo error de los lacayos, crédulo, hizo que se lo medía, al tiempo que ponderaba su belleza. Los cortesanos adjuntos, presos de la misma alucinación, se derritieron en halagos.

En la fecha indicada, el radiante Faraón se ajustó el estreno, montó el enjaezado alazán, en medio de una abigarrada multitud que, advertida de la singularidad del vestido, calladamente aplaudía, hasta que un niño -inocente donde los hay- gritó: «El rey va desnudo».

Alegoría que traduce la patética defensa de los costosos, mediáticos y curtidos defensores, cuyas coartadas -desmontadas una a una- pretendían desvanecer los vergonzosos cargos, que derivaron, finalmente, para desencanto, en la imprevista indagatoria, que cayó, como un baldado de agua helada, sobre el empeloto encausado, al que le va a quedar de p’arriba, persuadir al juez, de que las andanzas y presuntos sobornos del ‘caritativo’, Diego Javier Cadena, ocurrieron -al mejor estilo del señor del elefante- a sus espaldas.

Aforado defensor de mafiosos, visitante asiduo de convictos (‘don Berna’; ‘Tuso’ Sierra; ‘Diego Rastrojo’, capo, Ramón Quintero) presuntamente inducidos a declarar en favor del celebérrimo expresidente, cuyo principal delator, Juan Guillermo Monsalve, admitió -impertérrito, inconmovible, impasible- haber sido presionado para que -por supuestos beneficios ofrecidos- se retractara de los señalamientos que involucraron a su cliente con paramilitares; tarea repetida, con el exintegrante de las Autodefensas, Carlos Enrique Vélez, quien reconoció haber recibido cuatro millones de pesos, a nombre de María Elena Vélez, con “fines humanitarios”. Cuentazo replicado así: ‘A otro perro con ese hueso’.

Declaro sinceramente, que no me alegra, ni anhelo que como desenlace jurídico, se produzca una decapitación judicial, aunque -a decir verdad tampoco me trasnocha-, ni aspiro se reviva el mismo castigo de Prometeo -uno de los Titanes de la mitología griega-, que privó a los dioses del fuego, confinado por Zeus, para que un águila le picoteara el hígado eternamente; mucho menos apreciarlo como «Bufón sin principios», como lo hacen sus censores -de los que guardo distancia-, sin concederles «superioridad moral» alguna, ni remarco como ‘basuras humanas’, ‘socialmente desechables’.

Coléricos epítetos proferidos por embrujados ujieres, que se lucraron del reinado de su entronizado, ‘verraco de guacas’ -de mano firme y corazón grande-; ‘héroe’, tesoro nacional’; ‘patriarca sin par; austero, irrepetible gobernante’, más ‘perseguido’ que el Correcaminos por el Coyote. Tema imposible de evacuar en una cuartilla.

02/10/2019

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