Opinion

Parte el Alma

Por: Alejandro Loaiza Salazar – Enlace Congreso de la República. Oriundo de Samaná, con estudios en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.

22 junio 2019

Pensaba escribir un balance político de lo que dejó la pasada legislatura sin embargo, no es posible pasar por alto el triste, lamentable, reprochable y desconsolador video del hijo de María Del Pilar Hurtado Montaño, líder social asesinada el día de ayer en el área rural del municipio de Tierra Alta Córdoba. En el se ven y escuchan los llantos trágicos de un niño que no alcanza los 10 años de edad, viendo a su madre tendida en el suelo, víctima de la violencia que nos persigue día tras día.

No son pocas las ocasiones en que he escuchado, e inclusive, he dicho que estos lideres sociales asesinados alguna historia criminal debieran de tener. Algunos la tienen, otros no y, aún, así, sí todos la tuvieran, nadie merece tener un fatídico final como el de esta mujer y mucho menos, ningún niño en Colombia debe vivir lo que este menor vivió.

Podemos achacar culpas a cuanto Presidente ha pasado por Colombia, a cuanto político ha robado, a cuanto militar se ha dejado corromper, a los guerrilleros y paramilitares que han empuñado un arma en contra de un colombiano, y sí, todos tienen culpas, pero también nosotros como ciudadanos.

Unos critican la llegada de los guerrilleros al Congreso y se les olvidan que algunos congresistas tienen sobre sus espaldas crímenes peores que aquellos cometidos por quienes son señalados, y. sin embargo, son aceptados por su riqueza en las altas esferas de la sociedad.

Otros señalan a los Paramilitares como si con ellos hubiera nacido la violenta historia reciente de Colombia, y pasan por alto los vejámenes cometidos por las guerrillas colombianas.

Tanto derecha como izquierda, guerrilleros como paramilitares, así como narcotraficantes y corruptos, tienen culpa de este inmundo conflicto que nos azota, y también nosotros que aceptamos al traqueto que llega en su camioneta al pueblo comprando licor a diestra y siniestra, y corrompiendo a las ingenuas e ingenuos niños que dejan comprar su virtud por unos cuantos pesos, y nosotros lo aceptamos, nos dejamos contagiar de esta hipócrita actitud.

Esta sociedad ve con malos ojos al venezolano que pide limosna en los semáforos, o la venezolana que vende lastima con su bebe en brazos, pero en otras épocas, nos vanagloriábamos de conocer al potentado y millonario petrolero venezolano. El país no sufre de xenofobia, siempre hemos sufrido de aporofobia, de miedo a los pobres.

Da dolor de patria ver como un niño quien bien pudiera ser el hijo de cualquiera de nosotros, sufre sin que nadie le ofrezca un abrazo, y en cambio sí le ofrecen miradas llenas de morbo. La dantesca imagen que seguramente se repite en muchos rincones de la patria es el reflejo del desolador panorama que vive la Colombia profunda, y la que hasta hace algunos años vivián las veredas de nuestro departamento.

Colombia merece algo mejor, nuestros niños merecen un mejor país, no podemos seguir en la impasividad y la indolencia que ha nada nos conduce, esta nación no puede ser dividida por ideologías que ni siquiera sus militantes entienden, se dicen llamar de derecha o izquierda, pero no aguantan la primera confrontación dialéctica, somo borregos llevados por los falsos gritos de triunfo.

Una revolución educativa, ciudadana, un despertar de los jóvenes, de los niños, adultos y ancianos se requiere con urgencia. Tomar conciencia de país y de patria, no podemos seguir asesinando el futuro de Colombia.

Acá todos debemos ser actores de un cambio y podemos empezar por votar bien, por no quedarnos con los cinco mil pesos que nos dieron mal en el cambio, por abrazar y jugar con nuestros hijos todos los días, que sientan amor y felicidad, eso conduce a tener mejores ciudadanos.

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