Por: Mario Arias Gómez
27 marzo 2019
Resalta la peculiar característica de la personalidad de Omar Yepes, su devoción por la doctrina del Partido fundado por Caro y Ospina, cuyos inmanentes principios, sintetizo “El orden contra la dictadura”. “Lo legal contra las vías de hecho”. “La moral cristiana, contra la inmoralidad, el materialismo y ateísmo”. “La libertad contra la opresión, el despotismo”. “La igualdad contra el privilegio”. “La tolerancia contra la persecución”. “La propiedad contra el despojo”. “La seguridad contra la arbitrariedad”. “La civilización versus la barbarie”, fundamentos del desarrollo del país.
Omar, a quien el vendaval de la intolerancia política, se llevó, inesperada y dolorosamente a su padre, fue un trágico hecho que perdonó, ejemplarmente, y sirvió de fraterno acicate, para convertirse en entusiasta propulsor del Frente Nacional, que aireó la política; apaciguó los ánimos, la violencia política, e inauguró espacios de convivencia, reconciliación, tranquilidad, tolerancia, sosiego.
Con la autoridad política del perdón, imbatible, enraizó en Caldas, un fructuoso período que prorrogó, por casi cuatro décadas. Higiénica política que, en la cumbre nevada de sus bien vividos años, continúa predicando -como en aquellos tiempos-, con la frente en alto. Enjaezado epítome -en favor de los débiles-, cuya impronta se encuentra impresa en su obra.
Predestinado actor de primera línea, que nació jefe, sin necesidad de escalar peldaños, dar codazos, preparar engrudo, pegar afiches, empacar votos, tremolar banderas, desgañitarse gritando vivas a las ancestrales glorias del Partido. Cima en la que permanece y sostiene -por derecho propio-, gracias al don de gentes, bonhomía, virtuosidad, capacidad de convocatoria, reconocidas -en su tiempo- por el icónico GRANADA MEJÍA, alma gemela que lo inició en el servicio público, tribuna, plaza, que lo llevaron al Congreso, donde se ganó -como su ídolo- la admiración, aprecio, respeto, valoración, que igual le profesaron, Ospina, Pastrana.
Filosofía goda que, al decir del serenísimo amigo, nada la suple, ‘aggiornada’ en sus mandatos en la Dirección del Partido, en sintonía con las urgencias nacionales; contrario al maquiavélico y endiosado antecesor que, con el solapado cabildero Cepeda -tras sus egoístas, injuriosos y putrefactos intereses-, encubiertos en sus símbolos, traficaron arteramente con los votos y prestigio del Partido. Enseñas usadas como mascarón de sus delincuenciales prácticas.
Equiparo -guardadas proporciones-, a don Omar –‘guardián de la heredad’- con ’Cincinato’, patricio romano, arquetipo de rectitud, honradez, integridad, virtudes combinadas con su rústica sobriedad, falta de ambición personal, capacidad estratégica, sacado varias veces del arado, para salvar a Roma. Mitificado personaje histórico que, en el caso del jefe Conservador, en el cenit de su vida, también ha sido llamado (por cuarta vez), para salvaguardar al Partido de sus mayores.
Posesionado, reiteró su anhelo: Proponer candidatos de sus canteras, para los cargos de elección popular, que reanimen, rearmen moralmente al Partido, le restituyan su olvidada vocación de poder, mutilada por el claudicante, abominable e invertebrado orco que, mediante el ‘toma y dame’, lo convirtió -con su secuaz- en apéndice mendicante de foráneos, antípodas credos.
Del codiciado baúl de las recordaciones, del entrañable, Augusto Trejos, rescaté estas oportunas reflexiones, del reputado, Luis Carlos Sáchica (fallecido): “Si quiere que alguien recoja el disperso, pero mayoritario conservatismo, para que no tenga que acogerse a banderas que no son las suyas, (recomendada por la dupla Andrade-Cepeda) …que se anticiparon a darlo por muerto, al no encontrar candidato, con opción probable en la contienda electoral para la presidencia, (dado) …que sus votos no le alcanzan para jugar solo y, en cualquier coalición, sería la minoría.
Paradójico caso en un país conservador que, paradójicamente vota liberal. En todo caso, es una mala noticia, porque nadie está cumpliendo la función política que cumplía el conservatismo: Equilibrar el cambio, cargándose a la derecha, cuando las reformas de la izquierda iban muy lejos, e inclinándose en sentido contrario, cuando los excesos venían de la diestra. Su fracaso en el cumplimiento de ese necesario ejercicio, ha desquiciado al país. Lo que no hay es liderazgo de partido.
Lo digo, cuando se cumplen -en estos días-…, años del mejor jefe del partido, Alzate Avendaño, el Capitán, el Mariscal, a quien jamás apocaron las derrotas y, de cada una de ellas, salía más fuerte y batallador. El conservatismo no se debe contar por curules. Son los gestos, las lealtades, los compromisos con los campesinos, la provincia, la familia, ciertas convicciones y creencias que no pasan de moda, lo que cuenta y pasa en una política sana. ¿En dónde estarán los herederos intelectuales de Alzate?
Omar tiene la respuesta.
Bogotá, D. C. 27 de marzo/2019
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