Por: Mario Arias Gómez
06 febrero 2019
Ocupado en la fatigosa y persistente crisis venezolana, como en el extraviado rumbo del gobierno Duque, “espanta-votos” que hace agua, producto del anémico y negativo balance de gestión, luego de cotejar los seis meses de su administración, en la que resalta el deterioro de su imagen, el aumento de los asesinatos de líderes sociales; el desempleo; homicidios; inseguridad; hurto callejero; costo de vida; la corrupción -percibida desde lejos-, la desatención ambiental, la rota ‘negociación’ con el execrable ELN, causas del fundado escepticismo, que lleva a que se extrañe el gobierno de ‘Juampa, hasta el del frívolo Pastrana.
Debido a las descalificadas lacras antedichas, materia prima que retroalimenta la razonable desaprobación, que no puede tacharse de exagerada, pues está soportada en las encuestas. Apremiante situación que me ha obligado a diferir el análisis del ‘Informe del Foro Económico Mundial’, el cual revela que, cuatro de los cinco principales riesgos globales, son ambientales y climáticos. Al respecto, el ‘Acuerdo de París’ determinó que, por tardar en 2023, el mundo deberá mudarse hacia una economía sin carbono. El ‘Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU, estiman que el recalentamiento global de 1,5° C, fija como límite el 2030, para emprender “acciones” -sin precedentes- en materia de transición energética.
Estudio que pone de presente, el crucial riesgo del ‘fracking’ (para los legos, técnica que consiste en la fracturación o estimulación hidráulica, que posibilita o aumenta la extracción de gas y petróleo del subsuelo), augura -en el contexto del negocio antes del 2015- que después de 2020, será bien distinto. Conocido es que, en la explotación del crudo, ninguna inversión es de corto plazo. Consideración que -más que la ambiental-, moverá la industria hacia fuentes energéticas renovables, con incuestionables beneficios para los ecosistemas naturales y personas; rendimiento que propende -prioritariamente- por «el afianzamiento de una sociedad más sostenible y equitativa», reiterando «la necesitad, de cambios de gran alcance -sin precedentes- en todos los aspectos de la humanidad».
La comprobada y elocuente desinversión en la obtención de energías fósiles, según ‘Divest Invest´ (consultora), cobija hoy a 800 instituciones y a más de 59.500 inversionistas privados, comprometidos a reorientar inversiones por 6 billones de dólares, en el sector, hacia las energías renovables, lo cual obedece, a que los combustibles fósiles, se asocian a los desastres climáticos actuales. ‘Desinversión’, recogida por una encuesta de ‘Global Capital’, reservada para banqueros que consienten la mudanza hacia los ‘bonos verdes’, como inversión ‘socialmente responsable’.
Tipo de deuda emitida por instituciones públicas o privadas, amarrada al financiamiento o refinanciación específica de proyectos verdes (sostenibles), en áreas diversas, como las nombradas energías renovables; la eficiencia energética; el transporte limpio, el reciclaje, el manejo responsable de los residuos.
Consecuente con dichos propósitos, el Parlamento Europeo, hace un llamado a gobiernos, bancos, fondos de pensiones, compañías aseguradoras, para armonizar sus inversiones con las metas propuestas en el ‘Acuerdo de París’. Europa avanza igualmente en la transformación del mercado del carbono, en busca de “reducir las emisiones de Dióxido de carbono (CO2) y metano, al menos en un 40 % en 2030”. La actividad humana, emite colosales cantidades de gases -efecto invernadero-, por la imparable quema de combustibles fósiles. En los últimos 250 años, aumentó más del 40%, la concentración en la atmósfera de CO2, por encima del nivel preindustrial, de 280 ppm (partes por millón). Exceso que afecta, en forma irremediable e irreparable el clima. En mayo/2013, la condensación atmosférica de CO2, superó por primera vez en la historia humana, el hito de 400 ppm.
El calentamiento amplificado y prolongado, debido -repito- a la constante e insensata quema de combustibles fósiles, hace que el mundo -en un mañana próximo- se caliente, cada vez más, y probablemente, mucho más rápido de lo previsto, en un futuro no muy lejano, acrecentándose la contingencia de que las grandes capas de hielo -como la de Groenlandia- se derritan, rápida e irreversiblemente, lo cual lleva al ineludible y súbito ascenso del nivel de los océanos; albur que está sin duda a la vuelta de la esquina. El valor estándar para la sensibilidad del clima, es de 3°C, aproximadamente, por cada duplicación del CO2.
La incalificable politiquería, que solo digiere los fugaces términos electorales, obliga (en un contexto histórico-geológico), a repensar los desordenados procesos climáticos, por unos sustentables, renovables, que tome en cuenta el impacto del calentamiento global, que tiene que ver, tanto en lo ambiental, como en el futuro humano.
Sobremesa: Los océanos no serán del mismo color en el futuro y, aunque tus ojos no puedan apreciarlo, la variación se producirá por efecto del cambio climático.
Bogotá, D. C. 06 de febrero/2019.
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