Por: Mario Arias Gómez
23 enero 2019
Epígrafe que prevaleció en las marchas-protestas del domingo, motivadas por el cobarde, brutal, intimidatorio y repudiable atentado, cometido contra inermes cadetes de la Escuela General Santander, por el tóxico ELN, que cobró la vida de 20 alumnos -cinco esforzados deportistas-, el terrorista, y causó -además- 80 heridos. Despreciable acto, que según, ‘inteligencia militar’, fue preparado con meses de anticipación. Ataque que quedará grabado -in aeternum- en la retina de los colombianos.
Mientras el país de bien, lloraba las víctimas, el presidente Duque -quien dese su posesión suspendió el diálogo con la pandilla narcoterrorista- levantó la mesa de interlocución, instalada en Quito, en febrero de 2017, trasteada a La Habana, luego que el presidente ecuatoriano, resolvió deshacerse de estos incómodos e indeseados huéspedes.
Presionado nuestro presidente por el aleve asalto, procedió a revocar -tardíamente- la cesación previa de las órdenes de captura de los negociadores, así como la resolución que creó las condiciones para su permanencia en la isla. Subrayó: “Esto significa la terminación de los beneficios otorgados por el Estado, y la activación inmediata de las circulares rojas de la Interpol”. Calculada e ingenuamente requirió a Cuba -con omisión del obligatorio principio, PACTA SUNT SERVANDA; miope populismo jurídico, al que acudió, en busca de seducir la opinión que tempraneramente lo reprobó. Declaró: “Hacer efectivas las capturas de los terroristas que se encuentran en su territorio y entregarlos a las autoridades policiales”.
Tiró este anzuelo -con la carnada de la desmovilización-: “Para que los que genuinamente le apuesten a dejar la violencia, tengan una ruta de regreso a la civilidad”.
Cuba, a través del canciller, respondió al explícito requerimiento, “que se acogería a lo definido en el protocolo suscrito entre las partes al comienzo de los diálogos, previsto en caso de ruptura, el cual establece que los países garantes acompañarán el retorno de la delegación guerrillera, a suelo colombiano, sin capturarlos”, “Ladrido a la luna” lanzado desde el Fresno, sustentado con esta inconexa premisa: Este fue “un acto criminal, violador de los Derechos Humanos, y ningún acto de esa naturaleza amerita ningún protocolo (¿?) que evite que se haga justicia, por eso le pedimos a Cuba, que entregue a esos criminales para que se haga justicia”.
“Máquina criminal” -qué duda cabe- (prosiguió) que, en los últimos 23 años, secuestró 5.682 ciudadanos, o sea, 247 al año, alrededor de dos personas cada tres días. En los últimos 17 meses del adormecido e infructuoso proceso, el ELN perpetró, en 13 departamentos, 400 acciones terroristas, que dejaron 339 víctimas, 100 asesinatos, e incontables asaltos a los oleoductos, que causron daños ambientales irreversibles, irreparables. A pesar de las insistentes súplicas de las familias de los 16 secuestrados que tienen en su poder, estos se niegan a suministrar ‘pruebas de vida’, como la más mínima información humanitaria.
Atentado que fue una mortal estocada al acorralado, descalificado y subordinado Gobierno, del ‘Presidente eterno’, impulsor -con falsedades-, del NO al plebiscito, tácito rechazo a lo acordado con “Lafar”, por extensión con el ELN, resultado que le dio la razón -aparentemente- a los halcones (Ordóñez, Vargas Lleras, Martha Lucía, etc., aglutinados en torno a las cerriles, endurecidas y execrables banderas del CD -partido en vía de extinción- altavoz del mandamás, amigo de la ‘paz de los sepulcros’, de hacer trizas el ‘Acuerdo de paz’, de cerrar cualquier negociación con la izquierda. Rompimiento que padecerán, principalmente, las azotadas zonas de influencia del desalmado ELN, que se siente ‘pordebajeado’ en el trato que el Gobierno pasado derrochó con las FARC.
Mandatario que entre líneas habla a diario del santuario venezolano, donde se apoya y abastece el narcoterrorismo. Amenaza con la manido y desgastada cantaleta: “No cejaremos en el empeño, ni descansaremos, hasta llevar a la justicia a los autores materiales e intelectuales. Inconsecuente, descarta romper relaciones con el condenado protector.
Desde mi modesto punto de vista, la única salida, es la negociada, descartada por el eclipsado ‘Macron colombiano’. Antes que la empalagosa y vana palabrería, que nada le soluciona a la indignada sociedad, hoy de luto. Cumplir -además- con la promesa de desterrar el amiguismo, el nepotismo, la mermelada -incluida la burocrática-; allanarse a la meritocracia, incumplida en el caso de los ‘cómodos’ y reprobados colaboradores, desconectados de la realidad sociopolítica, cuyo arquetipo, el abominable e iletrado Macías -con fidelidad perruna- avergüenza.
Narcotizada gestión que deshonra la palabra empeñada, rehúye las súplicas de justicia, la crítica bien intencionada, el cambio de rumbo, de gabinete, que refresque la opinión adormecida.
Bogotá, D. C. 23 de enero/2019.
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