Por: Hernando Arango Monedero, Ingeniero y abogado, empresario, exrepresentante a la cámara, exalcalde de Manizales y Director General del SENA.
18 septiembre 2018
Nuestra sociedad, lenta pero seguramente, se va acercando a un modelo en el cual el derecho a la presunción de inocencia y el respeto a la intimidad de las personas se acabará. Ese acabarse la presunción de inocencia está perdiéndose en manos de unos jueces deleznables y hasta pantalleros que carecen de las mínimas nociones de dignidad y respeto para con los principios elementales del Derecho, y no saben o desconocen la reserva del sumario, razón por la cual no tienen ambages en revelar los secretos del proceso que en su despacho se adelanta, así como tampoco lo tienen para adelantar informaciones sobre el estado en que se encuentran las diligencias a su cargo, y menos para anticipar los resultados de los asuntos a su consideración, razón por la cual los comunicados de prensa, hoy por hoy, han reemplazado las sentencias y las providencias judiciales. Ya lo vemos, y no solo en los Juzgados Promiscuos, también en las altas Cortes.
Y como si fuera poco, los ciudadanos mismos hemos perdido la noción de la gravedad de hacer afirmaciones sobre los demás, tal y como lo oímos día a día en los medios de comunicación a través de los cuales se hacen aseveraciones que califican y determinan actuaciones y hasta delitos en cabeza de personas que lejos están de haber realizado tales actos o que, si bien actuaron, lo hicieron dentro del marco de la ley y lejos de las imputaciones que ese acusador fortuito les hacen sin medir el alcance de sus palabras y la responsabilidad que adquiere al expresarlas.
Y ni que decir cuando de asuntos políticos, si así pudiesen llamárseles, se trata. Allí la oportunidad la pintan calva y el afán de atacar al oponente carece de límites para asignarle intereses de una u otra índole a quien se quiere atacar y dañar. En este campo ya vamos llegando a los recursos que se usan con gran frecuencia en los regímenes totalitarios cuando se busca eliminar a quien no comulga con el sistema y se logra, mediante este medio, purgar a quién se convierte en indeseable. Trotsky, uno de los gestores de la Revolución Bolchevique, se volvió incómodo para Stalín, máximo líder de la revolución por él alentada, razón por la cual fue denigrado y perseguido hasta su muerte. En la Cuba de nuestros días, el mismo Che Guevara le llegó a ser incómodo a Fidel y ya sabemos el final del revolucionario. En la Corea del Norte no hace mucho, Kim, el gran líder, resolvió mandar a ejecutar a su tío por ser una amenaza a su mandato naciente. Para no ir muy lejos, en la Venezuela de nuestro vecindario, se encarcela a todo aquel que le sea incómodo a Maduro o a Cabello con lo que, quienes no se allanan, son en principio denostados y finalmente encerrados u obligados a exilarse. Allí está la exfiscal Luisa Ortega, víctima de sus antiguos mandantes en tropelías.
Y en ese proceso vamos creciendo lentamente en nuestro medio. Unas veces porque al Estado le incomoda alguien o porque los opositores del gobierno encuentran a alguien que les incomoda. Por lo que fuere y de donde viniere, vamos aceptando lo que desde uno u otro lado se dice o se afirma. Hay que reconocer que en el gobierno pasado se armó todo un tinglado para acusar al candidato de la oposición de estar usando un hacker para espiar a la guerrilla y a quienes en Cuba negociaban la paz. Ahora, y a sólo un mes de iniciado este gobierno, se arma otro drama para acusar al ministro de Hacienda de haber creado un sistema para financiar municipios con préstamos de largo plazo. Ese sistema fue pensado por el señor Carrasquilla, pero establecido algunos años después de dejar su cargo de ministro, cuando como ciudadano del común podía trabajar en lo que le viniera en gana. Ah! Que algunos municipios hubieran mal usado los recursos que les fueron prestados, es cosa distinta y lejana de la gestión de Carrasquilla. Otros lo hicieron bien y hoy lo disfrutan.
Pero no importa, lo fundamental es crear en la gente la imagen perversa sobre este u otro personaje. De esa manera, se le resta capacidad de acción y credibilidad a quien se quiera eliminar y, si es posible ir más allá, pues que la gleba se encargue de él. Cosa parecida se ha logrado en el mundo en muchos casos, con los finales antes enunciados, producto todos de los mismos procedimientos y todos nacidos de mentes radicales que sólo aceptan su querer y dogma.
Manizales, septiembre de 2018.