Opinion

GRAN VICTORIA

Por: Hernando Arango Monedero, Ingeniero y abogado, empresario, exrepresentante a la cámara, exalcalde de Manizales y Director General del SENA.

01 septiembre 2018

Ya nos vamos acostumbrando, dentro de los desarrollos de nuestra democracia, a que, como decía el profesor Maturana, perder es ganar un poco.

Y a fe que es así. Ya lo vimos en el referendo de Octubre, las mayorías estuvieron con el NO; No que significaba que las concesiones a las FARC eran excesivas.

El SI fue derrotado; no obtuvo lo que esperaba obtener del plebiscito. El NO fue, finalmente, derrotado en un Congreso que le negó al pueblo que representaba, el respeto a su decisión.

Ahora, en la llamada Consulta del pasado domingo, al no alcanzarse los votos necesarios para ser aprobada, valga decir, los 12 millones y pico de votos, el resultado debe interpretarse como que fue negada. Si alcanzar los votos necesarios significaba aprobación, el no alcanzarlos significaba negación. Sin más y sin menos.

Pero como inicialmente manifesté, ahora nos van acostumbrando a que lo que no se aprueba, en la realidad si se aprueba. Nueva concepción de la democracia, de conformidad con los cánones de las corrientes políticas que desde la vecindad nos quieren imponer.

Lo cierto es que es indudable que los colombianos no queremos que haya corrupción, no obstante, recurrimos a ella bajo mil fórmulas. Grandes o pequeñas, pero formas de corrupción. De esta manera, le «pasamos la palada» a quien se encuentra en la interminable fila, para que nos compre la boleta del espectáculo, actitud con la que burlamos el respeto que se debe a los que están ordenadamente esperando su turno en la fila. «Palada» también damos a el funcionario público o privado para que, la vuelta en el banco o en la oficina, salga más pronto. «Palada» también hay para que el Agente de la Policía sea más condescendiente, o quizás tolerante con nosotros.

Y ni hablar de los grandes negocios, en los que en el sector público y en el privado, ruedan las canonjías para obtener el negocio en ciernes. El que paga calla y se beneficia, y el que recibe calla y disfruta. Todos en silencio y la conciencia endureciéndose y la sociedad pudriéndose en la inmundicia que se va generando. Unos y otros, condescendientes con lo que se produce. Y el mal se contagia de generación en generación. Los de hoy en la fiesta y, los que nos siguen, aprendiendo desde niños que pueden burlar las leyes sagradas de la decencia y la dignidad. Desde la niñez reconocen en el tramposo al vivo, al avispado, al que se las sabe todas y desde allí se construyen los héroes, los que después hasta perdiendo ganan.

No cabe duda que la «Victoria» del pasado domingo para la Consulta debe, al menos, tener carácter y humildemente presentar sus propuestas al Congreso, así, tal y como resultó en la votación, con el faltante de los pocos o muchos votos, pero como finalmente resultó: Derrotada. Allí, esperamos que los Congresistas analicen y legislen sobre los diferentes temas y determinen las leyes que en adelante sean necesarias para atacar el mal. Leyes que no bastarán por si solas y que es necesario que entre todos los ciudadanos hagamos cumplir. Sí!, cumplir, porque el agua sucia de la corrupción no recae sólo sobre el Congreso.

También es responsabilidad del ejecutivo que, las más de las veces, se presta para las trapisondas y ni qué decir del poder Judicial, en donde la levedad de algunos de sus integrantes es fundamento para que le ley sea burlada.

Entonces: al pan pan y al vino vino. No alcanzar el umbral significó una derrota, de eso no quepa duda. Que fueron más de los votos esperados, tampoco cabe duda.

No nos equivoquemos, atrás de ese 32% de votos, hay una expresión de desconfianza en el proceso de consulta y su eficacia. Lo esperado es el 100% de los votos. No nos podemos engañar, pues es bien cierto que la gran mayoría de ciudadanos queremos desterrar a los corruptos. ¡No los queremos!

Por último ¿Será posible que los colombianos dejemos de actuar como amigos y enemigos? Del resultado de la consulta se obtuvo, para algunos, el haber derrotado a otros, a sus enemigos. Algunos hasta derrotaron al Presidente, quién se mostró partidario de la lucha contra la corrupción desde antes. ¿Pero no! Su victoria, que no fue tal, lo fue contra sus enemigos. ¿Cuales? Vaya uno a saber, simplemente los que en ese momento no estaban con ellos. Hay que dejar atrás este tipo de conductas y entender que somos enemigos de los enemigos comunes y amigos todos del bienestar general, lo que nos tiene que llevar al análisis de lo que se propone y a proponer para mejorar o para desechar lo que no nos conviene.

Ah, y a los que sabemos que son corruptos hay que señalarlos como a seres despreciables. Esa es la labor de la sociedad para sanear las costumbres.

Bogotá, agosto 28 de 2018.

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