Opinion

DUQUE NO PUEDE SER UN PRESIDENTE PRISIONERO

EDITORIAL

12 agosto 2018

En la edición de esta semana de la revista inglesa The Economist, se publica un artículo sobre el recién posesionado presidente de Colombia, Iván Duque, donde asegura que tiene en su propio partido, el Centro Democrático, la «principal dificultad» para su gestión. Varios sucesos de esta semana corroboran lo dicho por la publicación londinense.

Hasta el momento el presidente Duque ha sido consecuente con su discurso y promesas de campaña. Gabinete técnico paritario, con alta respetabilidad y trayectoria; y sin obedecer a imposiciones políticas. Su discurso ha sido conciliador, moderado y sin revanchismos y ya son claras sus políticas en lo fiscal, en el tratamiento a las Farc y al ELN, en el viraje de la política internacional y en las relaciones con el congreso.

Sin embargo, pareciese que algunos sectores reaccionarios de su partido, el centro democrático, piensan que, por su militancia, debe acatar y obedecer los lineamientos y caprichos de sus miembros más beligerantes.

El primer sinsabor para el presidente Duque, fue el discurso incendiario del senador Ernesto Macías, presidente del Congreso, en el acto de posesión presidencial, quien se equivocó de escenario con un memorial de agravios sobre la administración Santos, dejando la sensación ante la comunidad internacional que Colombia es un caos total. Iván Duque respondió con palabras de reconciliación nacional.

El segundo episodio tiene que ver con la exigencia de sectores radicales del partido centro democrático para que el presidente Iván Duque nombrara contra viento y marea a Claudia Ortíz, fundamentalista uribista, en la Dirección Nacional de Protección, quien a través de mensajes de twitter maltrató y menospreció a la oposición. Duque entendió que eso generaría controversias innecesarias y revocó la decisión.

El tercer caso se refiere al nombramiento del viceministro de Vivienda, el economista caleño, Víctor Saavedra, quien se desempeñó como viceministro de educación de la ministra de educación del expresidente Santos, Gina Parody. La senadora María del Rosario Guerra se vino lanza en ristre contra esa designación exigiendo que sea revocada. Hasta ahora el gobierno nacional se ha sostenido en la designación.

Segundamente hay más casos, sin embargo, dejemos estos ejemplos.

Al urbismo se le olvidó que el presidente Iván Duque no solamente fue elegido por el partido centro democrático. En esa elección participaron otros partidos y un sector importante de electores sin militancia o voto de opinión. La votación del uribismo se circunscribe a los 2.513.320 obtenidos para senado el 11 de marzo. No son más, esos son. Esa votación apenas representa el 16.41 por ciento frente a los 14.474.450 de votos válidos equivalentes a 19 curules en el senado frente al total que son 108.

En la cámara de representantes sucede algo parecido. El uribismo obtuvo 2.382.357 votos equivalentes al 16.02 por ciento del gran total de 14.058.829. Tienen 35 de 168 curules en esa corporación.

Tanto la votación para senado como para cámara de representantes del centro democrático, distan mucho de los 10.373.080 votos obtenidos por el presidente Iván Duque en la segunda vuelta.

Las cifras no mienten. Por eso es inadmisible que un sector radical del uribismo pretenda hacer preso de sus caprichos e imposiciones al presidente Duque, y quieran que se les entregue todo el Estado.

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