Opinion

LA JUSTICIA

Por: Hernando Arango Monedero, Ingeniero y abogado, empresario, exrepresentante a la cámara, exalcalde de Manizales y Director General del SENA

27 julio 2018

Lo dicho: En este país nos sorprenden a cada rato con lo menos pensado y, todo, en manos de quienes no debieran sorprendernos dadas sus calidades y conocimientos. Pero así es. Y ni forma de decir que para muestra un botón, porque de botones no hablemos. Ya que se acabaron.

Y así es. Iniciemos con la bajada de pantalones del señor Mockus en el Senado. Algunos creemos que ese fue un acto de la peor educación que, de ser repetido por el común de los ciudadanos, nos llamarían salvajes quienes nos visitan. ¡Pero no! Ese acto es una forma de expresarse el señor Mockus, según lo consideran sus partidarios y amigos. ¿Será que hay que creerles? ¿Acaso piensan ellos que cada uno de nosotros está en la posibilidad de asumir comportamientos que molesten, sólo para decir lo menos, a quienes nos rodean? Por eso se han establecido normas de conducta y Códigos de Policía y hasta leyes que buscan, por, sobre todo, regular los comportamientos en procura de que la vida en sociedad sea posible. Y ahora: ¿Uno de esos ciudadanos puede hacer lo que le viene en gana sin consideración a los demás? ¿Eso es civilizado? ¿Acaso es normal: Orinar desde un balcón al público; Bajarse los pantalones cuando se le antoja; Tirarle un vaso de agua a la cara a un contertulio? ¿Todas expresiones de excelencia, son acaso salidas de la mente excelsa de un superdotado o lo son de un simple y enfermizo sujeto?

Pero no paremos allí. Como estudiante de Derecho, aprendí que en los procesos hay lo que se llama Reserva del Sumario. Ello tiene, o al menos tenía, el carácter de secreto. Al expediente del proceso sólo le es permitido el acceso a las partes involucradas en la Litis o controversia en los juzgados y con la venia del Juez. Además, aprendí que los jueces se expresaban mediante sentencias y providencias, y los ciudadanos se enteraban de las sentencias y providencias mediante notificaciones, notificaciones que se hacen en los juzgados, bien personalmente o mediante edictos. ¡Pero no! Esas providencias, esas sentencias, esas notificaciones, se hacen hoy a través de la prensa escrita o hablada.

Hoy, los ciudadanos nos debemos enterar de los procesos que se surten en contra en la radio, en los periódicos o la televisión. Los periodistas, a quienes algunos llaman acuciosos, tienen ahora entrada a los jueces o a las secretarías de los juzgados o tribunales, de donde obtienen más información que la que reservadamente pueden obtener las partes. Y, uno se pregunta: ¿En dónde estamos? ¿Enterado el juez de que se ha producido una “filtración” de un expediente o de una investigación a cargo de su despacho, acaso indaga el cómo y el quién se extralimitó y procede a encausarlo penalmente por tal delito? ¿Y sanciona? ¿Simplemente nada pasa?

Pero lo que más sorprende, es que las causas que en veces se adelantan contra algunos son sustentadas en versiones dadas por personajes de la más baja condición humana, absolutamente indignos de toda credibilidad. No obstante, sus declaraciones son Auto Cabeza de Proceso para encausar a quienes han dado muestras de rectitud y honestidad. Y no es que quienes gozan fama por su honorabilidad no puedan ser investigados. No!, No se trata de establecer barreras que impidan hacerlo, pero si se trata de que el fundamento de la causa no sea lo dicho por cualquier chisgarabís o mequetrefe que puede ser, sin reatos, conseguido por unos denarios o mediante simples promesas de beneficios, para cumplir fines non santos.

¿Que lo vemos así? ¡Así lo vemos! Desde lo que podemos llamar baladí y ofensa social o mala educación, o violación a la convivencia ciudadana, hasta el encausamiento judicial como cúspide en lo que de convivencia ciudadana tenemos.

Pero no nos detengamos solamente allí. Ahora, para colmo, unos magistrados salen a revelar apartes de un proceso sólo para darle justificación a una determinación asumida y que ha sido comunicada de manera indebida. ¡Hasta donde hemos llegado!

Manizales, julio 27 de 2018.

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