Opinion

DE MUERTE

Por: Hernando Arango Monedero, Ingeniero y abogado, empresario, exrepresentante a la cámara, exalcalde de Manizales y Director General del SENA

24 julio 2018

De conformidad con lo que venimos viendo en nuestro país, todo parece reducirse a esta expresión: DE MUERTE.

Sí, aquí arreglamos todas nuestras diferencias con un final de muerte, así los muertos sean los que por una razón, valedera o no, trascendente o no, solucionan todo con tan simple, pero tenebrosa sentencia. Y, ni para qué agregar razones o motivos a la cadena interminable de muertes a las que asistimos diariamente. Muertes que son justificadas por cada quien como: líos de faldas; diferencias ideológicas partidistas; tenencias de tierra;, la guerra maldita que genera el narco cultivo y sus subsecuentes procesos y hasta la expresión de opiniones, como es el caso de los periodistas.

Cada cual, para justificar lo que se sucede aquí o allá, o más allá, obtiene, en motivos y razones similares a los que generaron el crimen, su propia para justificación para el hecho o para buscar generar un motivo más para el siguiente muerto.

Si es por política, pues siempre resulta el jefecillo que encuentra en ese lamentable asesinato una causa para defender y para que se genere una reacción tanto en las autoridades como en sus correligionarios. Si es por asuntos de tierras, esa muerte es una advertencia categórica para que nadie ose inmiscuirse en el asunto en trámite. Si es por conflictos derivados de tráficos ilegales, pues ni se diga, porque en ese medio no hay aguas tibias y todo tiene su precio en vidas; vidas que creyeron poder entrar y luego salir incólumes del negocio. Y si es un periodista, para que se callen.

Lo cierto es que ya todos estamos viendo que el Estado es materialmente incapaz de responder en términos de seguridad a quienes se dicen amenazados. Si acaso intentáramos acudir en auxilio de los que hoy reclaman protección, y hubiera los recursos necesarios para hacerlo, el país tendría empleo de escolta para los que se dicen requerir de un oficio. De paso, si a cada uno se le entregara un vehículo con algún grado de blindaje, no cabrían los carros en el país. La verdad es que cada uno de los que por algún motivo se piensa amenazado, busca que las autoridades le asignen un escolta. En veces se solicita la escolta, porque el escolta da entidad a quién busca ser protegido. Bástenos observar los despliegues que hacen determinados personajes, importantes ellos, que son seguidos por ejércitos de escoltas que generan operativos donde quiera que su protegido osa apearse del vehículo en el que viaja. Eso da estatus, dicen algunos.

Y como el estatus viaja por muchos lugares, pues no falta quién y en qué lugar, aspire a tener algo parecido. No pocas veces el protegido no es consecuente con la condición que le acompaña de peligro y es usual encontrarlo en lugares en los que su seguridad, y la de cualquiera, se ve seriamente amenazada, es decir, metidos en antros en donde cualquier cosa puede sucederse.

Así las cosas, se me antoja que estamos cercanos a convertir el territorio nacional en un símil de lo que vimos en las películas del oeste, en las que cada cual deberá velar por su seguridad y por su vida, andando siempre armado y dispuesto a batirse con quien le enfrente. Así, como en territorio de salvajes, porque a eso nos estamos asimilando. Me temo que no quedará otro camino.

De otra parte, resulta casi que nugatoria la acción de las autoridades, cuando en las cárceles no cabe un delincuente más y es necesario poner en libertad a muchos que son conducidos ante los jueces, porque el asunto va un poco más allá, ya que el presupuesto para alimentar a los que se encuentran privados de la libertad, ya alcanza cifras astronómicas.

Y qué hacer ante esta realidad? ¿Acaso no es asunto de todos por igual??

Manizales, julio 17 de 2018.

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