Opinion

Entonces, de qué nos preocupamos ?

Se dice que a veces las cosas se tienen que desbarajustar para arreglarse.

09 mayo 2018.

Que se recuerde en la historia de Colombia, ninguna campaña presidencial se había adelantado infundiendo miedo en el electorado: Si vota por fulano pasa esto, si lo hace por zutano aquello otro. Eso es lo que estamos viviendo en este proceso electoral y de ahí la polarización que tanto mal le hace al país.

Se dice que en política lo único cierto es lo pasado, sin embargo, también existen realidades políticas que no se pueden negar y mucho menos descartar.

Entre esas realidades son de destacar las candidaturas de Iván Duque y Gustavo Petro por las cuales hace seis meses nadie daba un peso y hoy están liderando la intención de voto.

Germán Vargas Lleras lleva siete años largos en campaña y Humberto de La Calle es el candidato del otrora gran Partido Liberal; ambos gobiernistas, y sus campañas no despegaron. Esa es otra realidad.

No se necesitaba ser experto en política para calcular que el candidato del uribismo estaría, si no en el primer lugar, mínimo en el segundo, de preferencias presidenciales. Lo que sí es una novedad es el avance vertiginoso de Gustavo Petro, quien, sin tener el respaldo de toda la izquierda colombiana, ha superado los cálculos de los más optimistas y desbaratado las cuentas de muchos.

La sola opción presidencial de Petro ha prendido las alarmas en los bandos contrarios que con una campaña de miedo y terror han pretendido restarle favorabilidad.

Entre todo lo que se dice de él, se convirtió en lugar común el discurso del castrochavismo y de la expropiación, temas que han terminado convirtiéndose en fantasmas que no dejan dormir con tranquilidad a muchos colombianos.

En estos días almorzando con un gran amigo, me manifestaba su miedo ante la sola posibilidad de una presidencia de Petro y trajo a colación el cuento de la expropiación. Con tono compasivo le pregunté cuántas propiedades tenía que pudieran ser susceptibles de expropiación. Meditó, se sonrió y me dijo: Ninguna. Le respondí: Entonces de qué se preocupa ?.

No satisfecho con ello y para reforzar su teoría de los terrorífico de Petro, me aseguró que el castrochavismo se apoderaría del país. Cogí mi celular y consulté en Google el significado de ese término. Le leí la siguiente definición encontrada en Wikipedia: “El castrochavismo es un neologismo con origen en la política en Colombia que describe a una supuesta ideología de izquierda que podría permitir que se instale el comunismo en Colombia. El nombre no corresponde a ninguna ideología existente y ha sido descrito como nada más que una figura retórica​ o una falacia.”. Le complementé diciéndole que la palabra estaba construida con el apellido de dos líderes que murieron hace varios años.

Aún así mi amigo seguía muy preocupado. Entonces le conté que, durante toda su historia, Colombia ha sido manejada por la misma clase dirigente y por unas pocas familias que, curiosamente, están emparentadas entre ellas.

Hablamos de lo que esa clase dirigente tradicional ha hecho con nuestra patria donde la brecha entre pobres y ricos cada día crece más haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Esa es otra realidad y no es discurso de odio de clases.

Colombia es un país de jóvenes. Millones de ellos preparándose en universidades públicas y privadas para salir a competir en un mercado laboral donde cada día van a tener menos posibilidades y espacios más reducidos.

Un país en el que cada día es más difícil pensionarse y los jóvenes difícilmente lo lograrán. Un país en el que una persona mayor de 40 años de edad difícilmente consigue emplearse laboralmente y los viejos son un estorbo para la sociedad.

Un país en el que los afiliados a las EPS se mueren en las puertas de los hospitales esperando que los atiendan mientras los empresarios de la salud y los políticos de turno se roban los recursos.

Un país en el que la política es vista como un negocio para enriquecerse en forma rápida y fácil, y el congreso se convirtió en un club de ricos.

Un país en la que el campesino está olvidado y a merced de la delincuencia común y de los grupos al margen de la Ley, y los subsidios del Estado quedan en las manos de los grandes latifundios y terratenientes.

Un país de minifundios en el que las mejores tierras para cultivar y las grandes extensiones están en manos de un privilegiado 3 por ciento de la población.

Un país en el que las oportunidades son para unos pocos y los políticos forman clase social diferente en la que los puestos y cargos públicos son heredados.

Un país en el que la democracia fue reemplazada por la plutocracia.

Un país en el que la corrupción está desbordada y permeo absolutamente todas las instituciones del Estado. Durante su Administración, el presidente Julio César Turbay se inmortalizó con la frase «Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones». Aunque la expresión fue desafortunada, era una realidad.

Un país en el que los ricos son los grandes beneficiados con los negocios del Estado, por ejemplo, a Luis Carlos Sarmiento Angulo cada gobierno le fue “vendiendo” uno o dos bancos hasta quedarse con todos los bancos nacionales. Como si no le bastara, en este gobierno, además de banquero montó su propia empresa de ingeniería y se convirtió en el gran adjudicatario de las carreteras 4G de Germán Vargas Lleras. Cuál es la explicación ?.

Ahora, esa misma clase dirigente que tiene a Colombia en estado lamentable, sale a proponer fórmulas mágicas y salvadoras. Por qué no implementaron esas soluciones durante todos estos años en los que han gobernado ?.

El Colombiano es muy diferente al venezolano. Aquí la clase empresarial es más sólida, la gente más estudiada, las instituciones mejor organizadas. Por ello es muy difícil que un gobierno nos lleve al mismo estado del vecino país. Además, Castro y Chávez fungían como presidentes de la república y tenían maridaje con sus fuerzas armadas de quienes además eran sus comandantes. No sería el caso de Colombia.

En una presidencia de Petro los cambios se darían a nivel nacional y serían paulatinos. Lo que sí sería inmediato es el cambio de funcionarios en el alto gobierno para que frenen la corrupción. Eso solo sería un gran avance.

En los departamentos y municipios seguirán ganando las elecciones locales los mismos partidos tradicionales. Es un despropósito pensar que, si Petro es presidente, en octubre del 2019 las alcaldías de San José, Pensilvania o Pácora, o las gobernaciones de Antioquia, Valle o Caldas, por mencionar solo algunas, las van a ganar candidatos petristas. Lo mismo sucedería en todo el país.

No voy a votar por Petro, sin embargo, estoy seguro que la posibilidad de que gane la Presidencia de la República es una realidad. Y no extrañemos que, de ello llegar a suceder, al otro día los políticos tradicionales estén buscando acercamientos con él bajo la consigna de contribuir para lograr mayorías en el Congreso y lograr gobernabilidad para el nuevo mandatario. Muchos de ellos ya tienen “plan b” y deben estar buscando la forma de llegarle.

Entonces, de qué nos asustamos ? El día siguiente de elecciones todos tenemos que madrugar a trabajar y seguir con nuestra rutina y diario vivir. Se dice que a veces las cosas se tienen que desbarajustar para arreglarse.

Aún no se si el almuerzo le alimentó a mi amigo porque salió más confundido de lo que llegó. Desde ese día no me volvió a invitar.

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