Opinion

¡Fume y compare!

Por: Mario Arias Gómez

14 junio 2018

A las seis de la tarde del domingo, estará ungido presidente, el amistoso Iván Duque, quien podrá dedicarse a preparar -con talante paisa, formación de hombre de centro- su primordial compromiso, unir a los colombianos, alejado de agravios, represalias que desdibujen su imagen, carácter, independencia, racionalidad, tono y estilo conciliador, sentido de liderazgo, promesa de inmunizar la patria contra el estéril populismo. Dirigente, antípoda de la trasnochada izquierda, la lucha de clases, enfrentamiento armado, polarización, desatinos practicados por el resentido “señor de los aguacates”.

Quien matreramente tacha a Duque de improvisado, falto de experiencia, de títere de Álvaro Uribe. Filosos guijarros, reflejos de una perturbada alma, de una rastrera condición humana, que ignora su codiciada formación acreditada por las mejores universidades del mundo. Demócrata integral, por convicción, determinación, historia, rodeado por la élite pensante del país, que le reconoce su acerada autoridad moral, sapiencia económica, distante de la del rudimentario exguerrillero, experto, en guerra sucia, ‘guerra de guerrillas’, ‘fortalezas’ con las que piensa ‘sacar’ la nación del subdesarrollo, asistido por la ‘ideología’ que quebró a Venezuela, que replicará de permitírselo, en la tierra amada.

Censurado exalcalde, que le endilga a Duque, no ser un burócrata experimentado, desconociéndole su nombradía de influyente funcionario internacional, congruente intelectualmente; con dominio científico del portafolio de problemas a afrontar -agro, hacienda, seguridad, justicia sin impunidad, educación, salud, emprendimiento, equidad, inversión social, manejo de la diferencia, búsqueda de la verdad-, conocimiento cardinal para el ajuste que hará al ‘Acuerdo de Paz’, soportado en los predichos principios, valores, no para hacerlo trizas, propiamente, como lo daclara. ‘Aggiornamento’ apoyado en una adecuada reparación a las víctimas; la concurrencia entre participación política, ejecución efectiva del castigo, restricción de la libertad; abecés cruciales que, con el arrepentimiento, fortifican, dan credibilidad al cuestionado, reñido proceso de paz.    

Mandato que se ocupará -también-, de apadrinar una economía sostenible; generar puestos de trabajo; alertar el cambio climático; resguardar el medio ambiente; enfrentar la violencia doméstica, la discriminación femenina, la crisis de confianza en el sistema político y su dirigencia, la inequidad, injusticia social, reforma pensional -sin aumento de la edad, sin esfumar la pensión sustitutiva, ni a Colpensiones-. Programa que incluye -reitero- prioritariamente la autonomía, emancipación -por si alguien duda aún- ajena a la creencia que Duque pueda ser, un sumiso ventrílocuo, que repita -sin chistar- el libreto proveído por su tutor.

Líder contrario a patrocinar la expropiación, el odio, atizar la ecuación opresores-oprimidos-patronos-trabajadores. Sin titubeos, temor y timideces, asegura que afrontará la lucha contra el crimen organizado; que enderezará tantas cosas torcidas; que combatirá la corrupción y quitará hasta el último peso a los atracadores del erario; que velará por que las ayudas y subsidios sociales, lleguen -sin desvíos- a quienes tienen necesitan de verdad. Sin hincar la rodilla, sin malabarismos, ni filibusterismos, anuncia, con verraquera, con los pantalones bien puestos, en su sitio que, “el que la hace la paga”. Expresión de legalidad, apuntalada en el exordio que “la justicia no tiene ideología”.

Con altivez se propone, materializar su metódico proyecto de bienestar, crecimiento, desarrollo, con énfasis -por sobre todo- en el campesino abandonado, financiado por el “nuevo petróleo de Colombia, el turismo”; por la moderna teoría de la economía naranja: “cambiar construyendo”; trabajar con desprendimiento, generosidad, a objeto de forjar, una clase media emprendedora; esfuerzo que canalizará, no solo en función de sus electores, sino de una patria grande, unitaria, en que la población se comporte en forma diferente, sin declararse, enemigos irreconciliables. Gobernante capaz de rectificarse -como lo hizo con el ‘fracking’, que echó para atrás, dándole prioridad al finito e irremplazable recurso hídrico, que es vida.

Lo cual precisa de humildad, desprendimiento, grandeza y nobleza de espíritu, pedagogía, a fin de evitar, desconfianzas, dudas, recelos, la dicotomía entre amigo-enemigo, flagelos que el futuro presidente, promete desterrar, a efecto de construir sin codicia, sin reparo, mejores condiciones de supervivencia, para unos y otros, antes de callar o desconocer, a quienes disienten de sus ideas, puestas a consideración del pueblo.  

La alternativa es clara, escoger entre dos modelos antagónicos: Uno, prístino, democrático, progresista, propuesto por Duque, sin señalamiento en su vida pública, privada; queja en el manejo de lo público; adalid -económica y políticamente- de centro; arquetipo de señorío, honradez, cualidades, calidades básicas para gobernar sin desafíos, atributos que hasta sus más ácidos contradictores reconocen. Otro, “Colombia humana” y/o “Socialismo Siglo XXI”, negado ‘tres veces’ -de dientes para afuera-, anacrónico, populista, retardatario. Fume y compare amigo lector.

Bogotá, D. C., 14 de junio 2018

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